Poema+Resumen y explicación.
Poema Narrativo.
El Cuervo.
Edgar Allan Poe.
Año, 1845.
Versión original, completa.
Resumen:
El poema se presenta a través de un
narrador sin nombre, que al principio está sentado leyendo, con la intención de
olvidar la pérdida de su amada Leonora. Leonara es una mujer de quien solo
sabremos el nombre.
Todo esto hasta que es interrumpido por un
ruido en la puerta, se percata de que alguien esta llamando y cuando va a abrir
disculpandose por no haber escuchado, se da cuenta que no hay nadie en la
puerta, sólo la oscuridad.
Mas tarde vuelve a escuchar otro ruido
similar, ligeramente más fuerte, esta vez en la ventana. Cuando el joven va a
investigar, un cuervo entra a su habitación. Sin prestar atención al hombre, el
cuervo se posa sobre un busto. Divertido por el comportamiento del ave, el
hombre le pregunta su nombre.
La única respuesta del cuervo es: «Nunca
más».
El
narrador se muestra sorprendido ante la capacidad del ave para hablar, si bien
no dice otra cosa. Supone que el cuervo aprendió a decir esa palabra de du
antiguo dueño, es lo único que sabe decir.
El narrador comenta que el cuervo pronto se
irá volando de su vida, así como otros amigos se han ido volando antes junto
con sus esperanzas. Como contestándole, el cuervo vuelve a decir: Nunca más.
Aun así, el narrador coloca su silla justo
enfrente del cuervo, determinado a saber más sobre él. Se queda pensando por un
momento, sin decir nada, pero su mente lo lleva de nuevo a su perdida Leonora.
Piensa que el aire se vuelve cada vez más
denso y siente la presencia de ángeles.
El narrador se pone furioso, tal vez
ocultando el miedo que ahora siente hacia la criatura llamandole al «cosa del
demonio» y «profeta».
Mientras el hombre grita ante el cuervo,
este solo le responde «nunca más».
Finalmente le pregunta al animal si él se
encontraría con Leonor en el cielo, pero este sólo le responde con su típica
frase.
No se sabe con exactitud el tiempo
transcurrido en la narración, pero se aclara que el cuervo nunca se va.
El
narrador cree que su alma está atrapada bajo la sombra del cuervo, y que no
será liberada nunca más.
Poema completo:
Una
vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes
reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de
olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”
¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles
llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.
Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”
Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro
perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.
Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud
callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.
Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor
fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el
silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!
De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.
Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le
dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la
Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un
pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto
esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”
Mas el Cuervo, posado solitario en el
sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”
Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio,
aprendido
de un amo infortunado a quien desastre
impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un
sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”
Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de
antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”
En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar
palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones
encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!
Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por
serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso
alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha
concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una
tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de
Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e
impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras
cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el
remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante
virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité
presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la
Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la
mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se
derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el
suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca mas!
P.D. Espero que este artículo te haya
servido para tus tareas y que te acerque un poco más a la lectura.
Sí lo has leído solo por que te gusta la
poesía, me alegra el pensamiento saber que a través de la pantalla alguien
comparte el mismo gusto que yo.
Suscribete para más Poemas, este es el
primero de muchos.
Dado el tiempo de publicación de esta
obra superior a los 75 años este
artículo no infringe los derechos de autor, si no que busca promover el mismo
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